El gran atractivo de la ciudad son sus hoteles, un verdadero muestrario de mega-macro-ultra alojamientos de lujo a cual más ostentoso. Yo, cinéfila empedernida, aposté por el MGM, un hotel que homenajea al séptimo arte en cada rincón y habitación. Por cierto, hay 7.770!! Conté 17 personas solo en recepción!!!
Las parejas de novios suelen hospedarse en el Venetian o el París, que son lo más parecido a volar a Europa pero ahorrándote los gastos de desplazarte a otro continente. Y la foto con la Torre Eiffel la tienes igual, oiga! El Caesar Palace te transporta a la antigua Roma, copiando fuentes y esculturas clásicas en un batiburrillo de iconos romanos y griegos (incluido un caballo de Troya a escala real). Está el New York New York con su montaña rusa en la fachada, el Luxor para viajar al antiguo Egipto, Excalibur es una especie de castillo del Rey Arturo o el Circus Circus para sentirte como bajo la carpa de un monumental espectáculo circense.
Todos tienen algo en común: entras y a los 20 minutos ya no recuerdas que solo es un hotel y que es todo de cartón piedra. Casinos, bulevares de tiendas, restaurantes, cafeterías, espectáculos, discotecas y hasta parques acuáticos. Vamos, que podrías pasar varios días en tu hotel la mar de entretenido sin necesidad de salir al exterior. Todo está pensado para que consumas, gastes, derroches y te olvides de que tu cuenta corriente baja a pasos de gigante.
Dentro de los casinos la vida fluye las 24horas: conservan
la misma iluminación para que siempre parezca que es buen momento para jugarte
el dinero. Ambiente de noche a cualquier hora. Me sorprendió ese detalle: que a
las 10h de la mañana bajes a desayunar y al pasar por el casino de tu hotel
veas a gente de smoking jugando a la ruleta. ¡¡¿No piensan descansar?!!
Obligado es visitar la zona antigua de Las Vegas, donde
nacieron los primeros hoteles. Ahora son más económicos porque no son tan
ostentosos ni tan modernos. Pero tienen ese toque kitch, antiguo que te
transporta a los años en los que Elvis se dejó caer por allí con su esqueleto ya
bastante deteriorado. Si quieres sentirte en Las Vegas de los viejos gánsters,
los que fundaron la ciudad, pásate por allí. Además hay una macro pantalla que
cubre todo un tramo de calle y ofrece unos shows originales nunca vistos en
Europa. Creo que ir a Las Vegas para no entrar en el juego es ir para nada. Si vas alquila una limusina, paséate por los casinos, juégate algunos dólares, visita una capilla por si presencias alguna boda friki y tómate unos tragos escuchando a un imitador de Elvis.
En Las Vegas es imposible aburrirse. Es la ciudad que no duerme, aunque paradójicamente todo parezca un sueño.