Viajar abre la mente y ayuda a romper tópicos. Visitar
Transilvania fue la mejor manera de tirar abajo viejas creencias y abrirse a la
realidad. Ni Rumanía es lo que vemos en España ni el conde Drácula fue tan malo
como lo pintan. O sí, pero no precisamente para los rumanos.
Vayamos por partes. Transilvania es una región de Rumanía
que está tal y como indica su nombre en latín "ultra silvam"; o sea más allá de las montañas. Y en efecto es una
zona boscosa y frondosa rodeada por los montes Cárpatos.
Tuve la inmensa suerte de visitar la zona con una amiga
oriunda de allí, concretamente nacida en Brasov, una de las ciudades más importantes de
Transilvania. Los rumanos son gentes abiertas, cariñosas, educadas, muy
tradicionales y como no, orgullosos de su tierra. Seamos claros: ni todos son
gitanos rumanos ni mucho menos viven
(como se cree aquí en España) de manera "poco civilizada" y
organizados en mafias. Los hay, sí. Pero son minoría. Dicho esto, los rumanos aún
conservan (sobre todo la gente mayor) las costumbres típicas heredadas del
comunismo y quedan por todos los rincones señales que nos lo recuerdan. Su rica
gastronomía pasa por elaborar en casa desde dulces a embutidos y quesos, salsas
y platos típicos que me sorprendieron a cada bocado. Qué deliciosamente cocinan
las rumanas! Y qué mimo y cariño le ponen!
Brasov es una ciudad con un casco antiguo bien conservado,
con rincones medievales y un aire señorial que invita al paseo y a hacerse
fotos aquí y allá. Destacar su muralla y la antigua puerta de entrada a la
ciudad, dos lugares que me transportaron a otras épocas. Y el sendero junto al
riachuelo que pasa por el centro de Brasov es un rincón apartado por el que me
gustaría pasear cada domingo. Curioso el cartel en la montaña con el nombre de
BRASOV en letras grandes, copiando al de HOLLYWOOD (Fue colocado en el año
2.006).
Mis anfitriones me recibieron colocando una cabeza de ajos
bajo la almohada; simpática broma que gusta a todo turista que visita por primera
vez la tierra de Drácula. Y desde Brasov nos desplazamos al castillo de
Peles, antigua residencia real (hoy
museo) que es una excelente muestra el estilo arquitectónico típicamente
rumano. Y qué estilo! Parece que te hayas colado en un cuento!
Pero sin duda el momento memorable de la zona es llegar
hasta el castillo de Bran, una fortaleza medieval que fue del conde Drácula
pero también de sus antepasados y sus posteriores herederos, hasta bien entrado
el S.XX. El edificio es un monumento nacional y uno de los lugares más
visitados de Rumanía. Es un castillo de película (allí se han rodado varios
films sobre el personaje), aunque su valor es más arquitectónico que vinculado
a Vlad el Empalador, cuyo auténtico castillo está hoy en ruinas en otra zona en
Rumanía.
La visita en un recorrido por la historia de Rumanía y
también del personaje de la novela de Bram Stoker (que para describir la
residencia de su protagonista se inspiró en este espectacular castillo). No
deja de ser fantástico poder ver el edificio, disfrutar de las vistas, de los
torreones y de esa niebla tan característica que hace que este castillo siga
siendo encantadoramente romántico, misterioso y siniestro.
Con mi familia de acogida tuve la suerte de visitar el pueblo e Moeciu de Sus, en el Parque Natural de Bucegi, en los Cárpatos. Es un precioso rincón en el que varias familias viven del ganado y del turismo, construyendo espectaculares cabañas de madera para acoger a turistas que esquían o pasan unos días en pleno contacto con la naturaleza. Compartí con ellos mesa y delicias, su asado y dulces, su gentileza y hospitalidad. Fue un fin de viaje redondo!
Redonda es como llegué a Barcelona después de una Semana Santa en la que cada bocado que probé me dejó hipnotizada y, como decía al principio, con un montón de tópicos sobre Rumania, Transilvania y Drácula totalmente superados.